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FNE: golpe a los valores de una mariposa inmortal

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FNE – Jujuy – Si hubiera que bucear en la esencia de la Fiesta de los Estudiantes que se vive en Jujuy cada primavera, se podrían encontrar valores que como faros han alumbrado la inspiración de muchas generaciones y que constituyen un “cuerpo” de ideales aceptados mayoritariamente que hacen de esta fiesta lo que esta fiesta es.

La expresión más sublime de esos valores son las carrozas y todo el proceso que hace posible realizarlas y ponerlas frente a las multitudes apasionadas que todos los años concurren a disfrutar del espectáculo más convocante de los jujeños.

Ni el futbol ni las procesiones a los santuarios de las cumbres, mueven y motivan en esta provincia a tantas personas y captan tan intensamente la atención de la gente. Pocas lágrimas conmueven a la opinión pública tanto como las que dejan los carroceros ante el fuego que volatilizó cruelmente sus esfuerzos o ante una decisión que sienten injusta a la hora de los premios.

Es una esencia nutrida de sentimientos y convicciones en torno a la FNE que se mantienen con el tiempo y se transmiten de generación en generación, aunque otras cosas hayan cambiado y ya no se vivan de la misma manera.

Pero si no se mantuvieran ciertos valores muy significativos en lo humano, ¿cómo podría explicarse la magia que se renueva en cada promoción que traspone el umbral de la secundaria y que sobrevive como una mariposa inmortal en el corazón de quienes hace muchos años ya no son jóvenes?

Si buceáramos a más profundidad, encontraríamos que de entre todos esos valores que a lo largo de los tiempos fueron siendo guía e inspiración de la fiesta, el protagonismo juvenil, el desinterés, la solidaridad y el esfuerzo brillan más que otros.

Las primeras “estudiantinas”, abuelas de la actual FNE, eran fiestas de primavera que se realizaban en el Colegio Nacional donde las chicas lucían vaporosos vestidos de fiesta color rosa y que todos se ponían de acuerdo para que a ninguna de ellas, por pobre que fuera, le faltara su atuendo de princesa.

Y el genial “Vejigazo” que vino después, fue un himno a la creatividad y a la joven rebeldía que, rompiendo convencionalismos y otras cosas, ponía en el centro del escenario a los estudiantes, de donde vienen valores que -aunque mutados- sobreviven en la bohemia carrocera del presente y en la idea compartida que la fiesta le pertenece a los jóvenes y sólo a ellos. Cuando hace algunas décadas una primera dama de amargo recuerdo quiso ser el centro de la FNE se percibió como una usurpación de protagonismo intolerable. Desde entonces, el poder político aprendió a ser más discreto y la complejidad que fue cobrando la celebración implicó mayor decisión de los adultos pero el concepto de la centralidad estudiantil inaugurada con los combativos “vejigas” nadie pudo tirarlo por la borda.

Y el genial “Vejigazo” que vino después, fue un himno a la creatividad y a la joven rebeldía que, rompiendo convencionalismos y otras cosas, ponía en el centro del escenario a los estudiantes, de donde vienen valores que -aunque mutados- sobreviven en la bohemia carrocera del presente y en la idea compartida que la fiesta le pertenece a los jóvenes y sólo a ellos.

Con los años, la celebración fue creciendo y se volvió competitiva. Ya no se pensaba en los vestidos rosas que todas las chicas tenían que tener para la primavera pero la principal motivación en torno a las carrozas era el amor por la escuela, territorio de identidad y atalaya desde la que empezamos a meternos en el mundo y a decir “aquí estoy”.

La complejidad técnica que adquirieron estas maravillosas obras y la necesidad de cuidar a los chicos aumentó la presencia de los adultos, generando necesidades que se resolvieron de distintas maneras, pero que se recostaron siempre en la responsabilidad de directores y padres, en el deseo de participación de los ex alumnos y sobre todo en los lazos de afecto de profesores hacia sus alumnos. Estar al lado de los chicos, no sólo cuidándolos y guiándolos en la gran tarea que demanda la carroza ha sido siempre una decisión de los docentes basada en valores como el amor y la solidaridad más que en una obligación que se pudiera imponer desde niveles superiores o lo inimaginable, por un motivo económico.

Por eso la perplejidad suscitada por el reciente reclamo de un grupo de rectores que se pintaron la cara y exigieron al Gobierno poner una cifra millonaria para pagar a los reemplazantes de los llamados profesores “asesores”, sin los cuales -aseguraron- no podría haber Fiesta Nacional de los Estudiantes. En otras palabras: no hay estudiantes, ni padres, ni egresados que puedan hacer la fiesta y los que sí pueden -que son los profesores “asesores”- no están a dispuestos a poner su esfuerzo si no cobran dinero por ello.

Tal vez el problema más serio no sean tanto los millones de pesos que esta pretensión sectorial costará a todos los jujeños como el ejemplo que le queda a los jóvenes respecto del compromiso con ideales que hacen de nuestro mundo un lugar mejor.

Algo muy importante que no se puede tocar ni comprar ni pagar, algo que como diría el Principito es invisible a los ojos, ha resultado lastimado con este tire y afloje. Es la esencia de la fiesta, el mandato de amor y entrega desinteresada que está en el ADN de la mariposa eterna y que vuela por las antípodas de la tajada que supo sacar un grupo de grandes en nombre de ella.

FNE.

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