3I Atlas – ¿Podría un «cometa» ser en realidad una nave extraterrestre? El científico Avi Loeb desafía lo que creemos saber sobre el espacio

Imagina que un objeto extraño cruza nuestro sistema solar a toda velocidad, dejando un rastro de misterio detrás. No es ciencia ficción: es lo que está pasando con 3I/ATLAS, un visitante interestelar que el famoso astrofísico de Harvard, Avi Loeb, sugiere que podría no ser un simple cometa de hielo y roca, sino algo fabricado por una civilización alienígena. Loeb, conocido por sus ideas audaces sobre vida extraterrestre –como cuando propuso que Oumuamua, otro objeto interestelar, podría ser una sonda alienígena–, ha publicado un análisis detallado en Medium que podría cambiar cómo vemos el universo. Pero no te preocupes si no eres un experto en astronomía; vamos a desglosarlo paso a paso, como si estuviéramos charlando en una cena familiar.
Primero, ¿qué es 3I/ATLAS? Es un objeto que viene de fuera de nuestro sistema solar, descubierto en 2025, y que pasó cerca del Sol (lo que se llama perihelio) hace unos meses. Como muchos cometas, expulsa material: un chorro de gas y polvo que forma una «cola» hacia el Sol, llamada anticola. En un cometa normal, este chorro se produce cuando el calor del Sol derrite hielos como el dióxido de carbono (CO2), liberando gas a una velocidad baja, alrededor de 200 metros por segundo –más o menos como un auto en una carretera urbana. Loeb calcula que, en ese caso, el gas se detendría pronto, a unos 5.000 kilómetros del objeto, porque choca con el «viento solar» (un flujo de partículas del Sol que actúa como una brisa cósmica que lo frena).
Pero aquí viene lo intrigante: observaciones recientes muestran que el chorro anticola de 3I/ATLAS se extiende cientos de miles de kilómetros hacia el Sol, mucho más allá de lo esperado. Loeb explica que el polvo (partículas pequeñas como granos de arena) puede viajar lejos porque la luz del Sol lo empuja, pero el gas debería quedarse atrás si es un cometa natural. ¿Por qué? Porque el viento solar lo barre como una escoba, deteniéndolo en esa distancia corta. Si el gas sigue fluyendo tan lejos, sugiere que fue lanzado a una velocidad mucho mayor, algo que no encaja con un cometa ordinario.
Ahora, la parte que pone los pelos de punta: Loeb propone que esta velocidad extra podría venir de un «propulsor tecnológico», como los que usamos en cohetes humanos. Por ejemplo:
Si es un propulsor químico (como los de nuestros misiles), el gas podría llegar a 25.000 kilómetros.
Si es iónico (más avanzado, como en satélites modernos), hasta 100.000 kilómetros.
En otras palabras, 3I/ATLAS podría ser una pieza de tecnología alienígena, quizás una sonda o un fragmento de nave que usa un motor para impulsarse. Loeb no dice que lo sea con certeza, pero argumenta que las anomalías –como esta extensión inusual del chorro– nos obligan a considerar opciones más allá de lo «natural». Critica a quienes descartan ideas locas sin evidencia, recordando que la ciencia avanza observando la realidad, no forzándola a encajar en teorías cómodas.
Para probarlo, Loeb sugiere observar con telescopios potentes como Keck, VLT, ALMA o el James Webb. Buscarían moléculas como CO2 o CO en el chorro lejano: si hay gas fluyendo allí, adiós a la idea del cometa simple. Si no, podría ser natural. Telescopios espaciales como SPHEREx podrían captar estos detalles pronto.
Loeb nos invita a pensar grande: el universo es vasto, y objetos interestelares como este podrían ser «regalos» de otras estrellas. Para gente común como nosotros, esto significa que el espacio no es solo estrellas lejanas; podría estar lleno de sorpresas que cambien nuestra historia. Mientras esperamos datos, su teoría nos recuerda que la curiosidad es la clave para descubrir si estamos solos… o no.

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