Con el “Jueves de Comadres”, arrancará hoy a pleno el Carnaval jujeño, festejo que moviliza multitudes hacia los pueblos de la Quebrada, por detrás de la música, la comida tradicional, los bailes y el alcohol.
La celebración de las mujeres rinde homenaje a una preciada institución social basada en lazos de amistad: el madrinazgo, solemne compromiso a proteger y cuidar a los hijos de las comadres si las madres se fueran de este mundo. Casi siempre alrededor de cajas, picantes y generosa cantidad de bebidas, las comadres -adornadas con albahaca, talco y serpentinas en los cabellos- se juntan para darse afecto y soltar la alegría hasta terminar extenuadas, sin que importen las edades.
Aunque la Quebrada, en esta época henchida de dorados maizales, es el lugar predilecto para carnavalear, los festejos se viven en toda la Provincia y con particularidades en las ciudades y en las zonas rurales pero el mismo desenfreno.
Para algunas comunidades, en especial las del norte, el Carnaval constituye una conexión con antiguas tradiciones vinculadas a las cosechas y al multiplico del ganado, por lo que algunos le atribuyen un carácter ritual.
La idea de un tiempo en el que está permitido disfrutar de los pecados de la carne, es intensa en las celebraciones. Con el “desentierro” en los mojones, los diablos –ataviados con sus trajes ricamente adornados- “andarán sueltos” hasta el Miércoles de Cenizas, al menos en el calendario.
En San Salvador de Jujuy y en otras ciudades de la provincia, pululan las llamadas “carpas”, lugares en los que se ofrecen sabrosas comidas y bebidas, todo con música folklórica a cargo de artistas en vivo o cualquier otro ritmo que sirva para bailar.
Bajo banderines de colores, los corsos con comparsas rivalizando en brillo y movimiento, son otra de las caras del tiempo carnestolendo en tierras jujeñas.