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Manuel Belgrano, el elegido de Jujuy

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No deja de ser un hecho interesante de la historia que los jujeños hayan elegido a Manuel Belgrano como “su” prócer. Es sabido que la memoria social selecciona los recuerdos significativos de los pueblos y los resignifica en el tiempo en un proceso de construcción de mitos, entendidos éstos últimos como relatos en torno a personajes de estatura heroica que se edifican sobre evidencias históricas pero también sobre las percepciones subjetivas de una época.

Fue en Jujuy y con Jujuy donde Belgrano, hijo de Buenos Aires, vivió momentos trascendentales de las luchas por la independencia de nuestro país y así como la historia de Jujuy no se podría narrar sin el prócer, la vida del creador de la Bandera no podría contarse sin los tiempos de sacrificios y felicidad que compartió con los jujeños.

Líder de la revolución de independencia que derrumbó el poderío español en el Virreinato del Río de la Plata para dar paso a una nueva nación, Belgrano fue el conductor del Éxodo Jujeño en 1812, acción que dio a la Patria naciente las oportunidades de los triunfos de Tucumán y Salta y con ellos la salvación del movimiento revolucionario que después de la derrota de Huaqui parecía perdido.

Todos los testimonios coinciden en señalar que en los días de desilusión, odio y miedo del Jujuy de 1812, con su carisma y respeto Belgrano animó el espíritu de gran parte de los jujeños haciéndoles ver la justicia de la causa patriota y transmitiéndoles la esperanza en un nuevo orden basado en la libertad y la igualdad. La proclama pronunciada en la plaza de Jujuy el 25 de mayo de 1812 no deja dudas acerca de su convicción respecto del objetivo de la independencia y de la ruptura con un pasado plagado de opresión e injusticia para los americanos.

La decisión de no dejar abandonado Jujuy al furor de los realistas es otro de los gestos del prócer que ha contribuido a la formación del profundo vínculo entre los jujeños y Manuel Belgrano. La orden de “tierra arrasada” y retirada que el gobierno de Buenos Aires había impartido no incluía el desplazamiento de los civiles. Las comunicaciones de Belgrano con las autoridades de Buenos Aires dan cuenta de su postura totalmente contraria a abandonar a los pueblos a las represalias del partido realista y es indudable que ese criterio fue el que hizo primar al momento de abandonar Jujuy ante la inminente llegada del invasor, aun cuando la decisión en ese sentido implicara mayores esfuerzos y complicaciones en tan difíciles momentos.

Luego de las victorias de Tucumán y Salta, en 1813 encontramos a Manuel Belgrano nuevamente en Jujuy alistando a su ejército para luchar contra los realistas en el Alto Perú. Muchos de los emigrados de 1812 pueden volver a su tierra y con la breve tranquilidad de los invasores expulsados, Belgrano se da un tiempo para expresar su afecto y reconocimiento al pueblo jujeño a través de dos formidables obsequios: la donación de parte del premio que le había otorgado la Asamblea del año XIII para la creación de una escuela y la Bandera Nacional de nuestra Libertad Civil en distinción al honor y el valor demostrado por los hijos de Jujuy en las batallas de Tucumán y Salta.

Los miembros del Cabildo de Jujuy afirman que reciben el obsequio “con el importantísimo y laudable objeto de que se eternice tal digna memoria e igualmente sea reconocido tan digno Jefe por un héroe que le bendecirá la posteridad…”.

El hecho que esa enseña y el escudo que hizo pintar el prócer para la escuela que dispuso se fundase en Jujuy se hayan conservado desde hace más de doscientos años sobreviviendo a la furia de guerras y a toda clase de penurias, es una prueba del valor que los jujeños dieron a esos gestos, como también lo es que esa bandera se haya convertido en el símbolo de las glorias de su pueblo.

A partir de las graves derrotas de Vilcapugio y Ayohuma en 1813, el vínculo de Manuel Belgrano con los jujeños se vuelve más distante por imperio de las circunstancias pero sigue presente.

A comienzos de 1814, el general, vencido, pasa por suelo jujeño en su marcha a Tucumán con los escasos restos del ejército, donde entregará el mando a José de San Martín. Mientras tanto, los jujeños, otra vez invadidos por las tropas virreinales, abandonan por segunda vez la ciudad en un éxodo espontáneo. En esas dramáticas circunstancias, la Bandera Nacional de la Libertad Civil es puesta a salvo, siendo enviada a Tucumán para que no cayera en manos de los realistas. En 1815, el Cabildo de Jujuy iniciará gestiones ante el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz, para hacer regresar la enseña obsequiada por  Belgrano a fin que engalanara la fiesta patria con motivo del 25 de Mayo. La divisa se encontraba guardada en una caja de madera junto a documentos del archivo jujeño, en una casa de San Miguel de Tucumán. Los términos del agradecimiento al gobernador Aráoz por el rápido envío de la bandera ilustran los sentimientos de los jujeños: le agradecen por el “servicio a la Patria” realizado.

Nuevamente designado como jefe del ejército patriota a fines de 1816,  Manuel Belgrano vuelve a tomar contacto con jujeños y salteños, pero desde Tucumán donde las tropas están acantonadas y permanecerán en ese estado hasta 1819 por decisión del gobierno central.

Sin recursos, es poca la ayuda que puede brindar en la resistencia a los realistas, que no abandonan la idea de reconquistar por los medios que sea estos territorios para la corona española. Sin embargo, la abundante comunicación con el gobernador de Salta, Martín Miguel de Güemes, da cuenta que Belgrano no se desentendió de la lucha por mantener la independencia que proseguía en Jujuy, Salta y el Alto Perú. Muy atento a los hechos, aparece realizando gestiones e informando pormenorizadamente a Buenos Aires sobre la marcha de la guerra que sostienen las milicias gauchas. Es por su iniciativa que el coronel Manuel Eduardo Arias, junto a los otros héroes de la victoria de Humahuaca del primero de marzo de 1817, son condecorados por el gobierno de Buenos Aires.

En octubre de 1819, cuando ya se encuentra gravemente enfermo y el país sumido en una sangrienta guerra civil, el gobernador Güemes le envía al doctor Redhead para aliviar sus males, y disponiendo el pago de viáticos con fondos de los vecinos jujeños y salteños para posibilitar el viaje y la estadía en Tucumán del facultativo, de tal suerte que le cabe a estos pueblos el honor de haber auxiliado al prócer en momentos en que la dirigencia del país le daba la espalda o lo hacía objeto de imperdonables vejámenes.

El alma de Belgrano no desapareció de los sentimientos jujeños, ni aún con la muerte del hombre. Es notable que a lo largo del siglo XIX y comienzos del siglo XX aparezcan proyectos e iniciativas que buscaban perpetuar su memoria, cuidar su legado o cumplir con su voluntad.

Es el caso de la escuela para los niños de Jujuy que demoró más de 190 años en realizarse, pero que aparece en gestiones ante Buenos Aires del gobernador de Salta, Juan Ignacio de Gorriti, en 1830, por ejemplo. O las mujeres jujeñas que en 1906 desafían los mandatos sociales y salen a la vida pública  consiguiendo autorización de la Legislatura para que se construyera un monumento al general Belgrano. O el enriquecimiento como símbolo de la Bandera de la Libertad Civil que se llevó a cabo a lo largo de dos siglos y que marcó una trayectoria de reconocimientos y homenajes hasta convertirla en la representación de las glorias de Jujuy que hoy encarna.

Irene Ballatore.

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